Claudio arranca cuando aún está oscuro. Apenas el sol asoma y después de tomarse unos mates comienza la recorrida que a diario lo lleva entre los corrales, la manga y el galpón. A veces a caballo, otras en el tractor, la tarea en el campo es intensa y no sabe de domingos ni feriados, tampoco de heladas ni agobiantes calores. Por momentos resulta duro y agotador pero vale la pena.
La jornada de trabajo de Claudio es la misma que la de miles de productores de nuestra provincia y nuestro país. Y como él, casi todos encuentran la misma motivación: llevar el sustento a su familia y propiciar un presente y un futuro digno para sus hijos.
Hoy es el Día el Padre y más allá que lo consideremos un día instaurado sólo con fines comerciales nos llama a una profunda reflexión a la luz de los acontecimientos presentes, a repensar qué nos está pasando en este tiempo convulsionado, de barajar y dar de nuevo, de pandemia, banderazos e incertidumbre.
Nuestro rol de trabajadores del campo con tremendas y agobiantes responsabilidades, compromisos y plazos, muchas veces nos hacen olvidar esos “gurises” que nos miran aunque no nos demos cuenta.
Nuestros hijos aprenden de lo que les decimos pero sobre todo aprenden de lo que ven. Las palabras, los retos y los consejos valen, pero nuestra conducta es lo que realmente les enseña. El legado de los progenitores empieza en el momento mismo en que nacen, e intencionadamente o no, se construye a diario y van conformando lo que son.
Neurólogos y psicólogos sostienen que en su memoria quedarán grabadas las imágenes de sus padres, que el cerebro del niño almacena información sobre conductas y acciones para imitarlas en un futuro.
En épocas de valores tan vapuleados, en donde la cultura del trabajo, el esfuerzo, el sacrificio, el logro de los resultados por mérito propio cuentan con tan mala fama, tenemos la tremenda responsabilidad de transmitir estas virtudes a nuestros hijos.
Desde FARER trabajamos denodadamente para mejorar la realidad y la situación de miles de productores. Hoy quizás no veamos la semilla que estamos plantando y tal vez sea tarea de las próximas generaciones mejorar y reavivar cualidades tales como la responsabilidad, la honradez, la palabra dada, el diálogo como base de las soluciones, la paciencia, la solidaridad, el hacerse cargo de los actos y las consecuencias, el respeto, sumado a la tolerancia y el sentido de justicia. Porque más importante que “lo que uno tiene” es lo que “uno es”, y no se trata de títulos y formaciones académicas brillantes, se trata de bases fuertes que hagan ciudadanos valiosos para construir el país que soñamos.
 
Nuestros hijos son nuestra mejor semilla sembrada, ellos son la siguiente generación. Y no siempre estaremos a su lado, un día vamos a faltar. Cuando esto pase ¿Cuál será nuestro legado? ¿Qué esperamos cosechar? Nuestros hijos nos están mirando….

¡Feliz Día a todos los padres de la familia FARER!

La foto que ilustra nuestra nota pertenece a Oscar y Manuel Martínez, padre e hijo, veterinarios de la zona de Victoria, Entre Ríos.