Los anuncios realizados por el flamante ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, Julián Domínguez, en relación a la flexibilización de las exportaciones para una de las categorías bovinas (la vaca de conserva o descarte) termina siendo una operación que busca mostrar cambios y aperturas, cuando en el fondo de la cuestión, todo permanece inalterable.
El afán intervencionista, marcar cuotas o cupos exportables y la discrecionalidad a la hora de las decisiones siguen siendo los patrones que rigen este Gobierno Nacional, que se empecina en generar trabas y cepos a la producción agropecuaria, sin que ello provoque beneficios para nadie, ya que se transforma en un castigo teñido de ideología sin impacto positivo en la mesa de los argentinos.
Este nuevo parche electoralista en parte es un sinceramiento que reconoce “errores”, pero a la vista de la liviandad de los cambios, suena a un maquillaje que busca la aprobación de algunos sectores de cara al 14 de noviembre, pero que de ninguna manera indica el cambio de rumbo que la actividad productiva necesita.
Repetimos una vez más que el intervencionismo estatal detona las bases productivas, desalienta la inversión, inmoviliza el stock ganadero y provoca una espiral destructiva en varios sectores del empleo y la economía.
Si el Gobierno Nacional no asume de una vez por todas que el problema de base es la inflación desmadrada producto de un inexistente plan económico, una moneda atomizada, un gasto público desorbitante y una emisión irresponsable, seguirán repartiendo culpas sin atacar las causas de todos los males.